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nº 11 - Abril 2006
[ISSN 1886-2713]
Economía  

:::La ganadería:::

Cabras disecadas, expuestas en El Museo Canario

La ganadería constituyó la principal actividad económica de los antiguos isleños. Tan sólo en Gran Canaria quedaba relegada a un segundo plano, por detrás de la agricultura, que, junto con la pesca y la recolección, servía de complemento en las sociedades pastoriles del Archipiélago.

De la cabaña ganadera, compuesta por cabras, ovejas y cerdos, se aprovechaba todo. De los animales se extraían productos alimenticios (leche, mantequilla, queso y cárnicos) y materias primas que servían para la elaboración de manufacturas y utensilios (pieles, huesos, tendones).

Cabras

Dado el elevado número de restos arqueológicos identificados, puede afirmarse que las cabras eran la base de la cabaña ganadera isleña. Este extremo también queda reflejado en las fuentes documentales. Sin ir más lejos, en Le Canarien podemos leer lo siguiente:

En la isla [Fuerteventura] hay gran cantidad de cabras, tanto domésticas como montaraces, y a partir de ahora cada año se podrán coger treinta mil, y aprovechar su carne, su piel y su grasa; la carne de estas cabras es igual de sana, pero más tierna y sabrosa, que la de nuestro cordero [LC (ca. 1420: 35v) 2003: 141].

Hasta la fecha, han podido identificarse dos especies de cabras que convivieron con los antiguos isleños: una de cornamenta cerrada, talla corta, ubre pequeña y adaptada a los desplazamientos amplios de transhumancia; y otra, de ubre más voluminosa y cornamenta abierta, que debió de ser utilizada para en el pastoreo de costa y en núcleos estables de asentamiento [Arco y Navarro (1987) 1996: 42].

Los guanches se referían a estos animales con el nombre colectivo ‘ajá(aghad), ya que además, como corresponde a un recurso indispensable para la subsistencia, recibían numerosas denominaciones en razón del tamaño, la edad, el color, etc.

En la actualidad, encontramos en Canarias tres razas de cabras cuyo origen es la antigua cabra prehispánica que, como tal, acabó extinguiéndose en nuestras Islas. De ella, apenas nos han quedado los ejemplares disecados expuestos en El Museo Canario, procedentes de la Caldera de Taburiente, en La Palma. También se conserva un macho cabrío en el Museo de Funchal, en Madeira. Y es que, durante el siglo XV, algunas cabras canarias fueron llevadas a dicho archipiélago portugués, donde han sobrevivido hasta la actualidad, concretamente en los islotes de Las Desertas. Por desgracia, según apuntan Tejera y Capote (2005: 36), se está tratando de exterminar estos últimos ejemplares con tal de proteger ciertas pardelas.

Ovejas

Ovejas sin lana

Las fuentes etnohistóricas describen a las ovejas con una peculiar característica: carecían de lana salvo en el rabo. Por eso su pelaje liso pudo dar pie a confusiones: en algunas fuentes sólo se cita la presencia de cabras cuando lo más probable es que también hubiese ovejas, eso sí, algo diferentes a las que abundaban en Europa y que los cronistas habrían confundido con las cabras. No cae en la trampa fray Juan de Abreu Galindo, quien en su Historia anota:

Críase en esta isla cíerto género de carneros y ovejas, que no tíenen lana, síno el pelo liso como cabras, y de grandes cuerpos; cuyos cueros son muy buenos para hacer calzado, para los que padecen mal de gota, y cáusalo la calidad de la tierra y pasto [Abreu (ca. 1590, III, 1) 1977: 261].

Este tipo de óvido compartiría rasgos con las ovejas dominantes en el Norte de África durante milenios. De hecho, es muy probable que las ovejas canarias prehispánicas tuviesen su origen en la Ovis palaeoegyptiaca, cuyos descendientes habitan aún el cinturón saheliano, desde Etiopía hasta Mauritania (Meco 1992: 30).

Los antiguos isleños usaban varias palabras para referirse a las ovejas: haña (hanza), en Tenerife, y tahatan, en Gran Canaria, donde se documenta también la voz aridaman para esos óvidos (carneros y ovejas) que no poseen cuernos ni lana. Este último nombre es muy llamativo, pues se trata de un compuesto que incluye el término ‘idaman’, usado actualmente para designar a este tipo de ovejas tanto en Níger como en Malí.

También hasta nuestros días han llegado diversos vocablos de origen amazighe que nos sirven para denominar a estos animales según sus características físicas, igual que sucedía con las cabras. Por ejemplo, en El Hierro, las palabras ‘ambracafiranca’ y ‘ambracasaca’ aluden a las ovejas según sus colores. También en la isla de Tenerife ha pervivido la palabra ‘ara’ o ‘hara’, usada para referirse a las ovejas. Esta diversidad y pervivencia de términos es un claro signo de cuán presentes han estado estos animales en el día a día de los isleños.

Cerdos

Cerdos negros

La documentación arqueológica atestigua la presencia del cerdo en todo el Archipiélago, y la etnográfica nos permite afirmar que también debió de participar en los desplazamientos pastoriles, si bien es cierto que su papel dentro de la cabaña ganadera fue menor que el de cabras y ovejas.

Aún no ha sido posible efectuar la descripción de la mayoría de las especies de cerdos que convivieron con los antiguos pobladores de Canarias. Si recurrimos a las fuentes, encontraremos alusiones a cerdos blancos, en Gran Canaria, o de varios colores, en La Palma. Además, en Icod (Tenerife) fueron identificados los restos de lo que parecen ser varios jabalíes, mientras que en Guayadeque (Gran Canaria) se identificó una especie mediterránea, intermedia entre los tipos asiático y europeo [Arco y Navarro (1987) 1996: 43].

Hasta mediado el siglo XX podían encontrarse cerdos preeuropeos en estado semisalvaje en las islas de La Gomera y El Hierro. Estos eran «animales colmilludos de capa negra y abundantes cerdas, rasgo típico del cerdo primitivo reconocido en los escasos ejemplares autóctonos relegados a La Palma y detectados allí a principios de los 80» (Tejera y Capote 2005: 47).

Los antiguos isleños se referían al cerdo con diferentes vocablos. El más conocido y extendido por casi todos los dialectos de la lengua amazighe es ilfe(ilf), bien documentado para las islas de Fuerteventura, Gran Canaria y Lanzarote. También en Canaria se localiza la voz ‘taquazen’ (taghazzènt), un participio activo femenino que destaca el hábito de ‘rebuscar’ que tiene este suido.

Para finalizar, es preciso recordar el papel que este animal desempeñó en la estrategia de subsistencia de los bimbaches. Con el nombre de aranfaybo (aramfayboz), ‘el que provoca la lluvia’, un hombre santo que acudía hasta su cueva le solicitaba que mediara ante la divinidad para terminar con un período de sequía.

Fuentes

ABREU GALINDO, Juan. 1977 (ca. 1590). Historia de la consquista de las siete islas de Canaria. Ed. de A. Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.

LC = 2003. Le Canarien. Manuscritos, transcripción y traducción. Ed. de Berta Pico, Eduardo Aznar y Dolores Corbella. Tenerife: Instituto de Estudios Canarios.

Bibliografía

ARCO AGUILAR, Mª del Carmen del, y Juan Francisco Navarro Mederos. 1996 (1987). Los aborígenes. CCPC. (Historia Popular de Canarias, 1).

MECO CABRERA, Joaquín. 1992. Los ovicaprinos paleocanarios de Villaverde. Diseño paleoontológico y marco paleoambiental. Tenerife: Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias.

REYES GARCÍA, Ignacio. 2003. Antiguos zoónimos canarios. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.

REYES GARCÍA, Ignacio. 2004. Diccionario etimológico de insulismos amazighes. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.

TEJERA GASPAR, Antonio, y Juan Capote Álvarez. 2005. Colón y La Gomera. La colonización de "La Isabela" (República Dominicana) con animales y plantas de Canarias. Tenerife: CCPC. (Taller de Historia).

Autor: Néstor Bogajo

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